Sangre de Baco

Aretes de Esparta, una novela de Lluis Prats

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Portada de la novela Aretes de EspartaEn "Aretes de Esparta", Lluis Prats nos traslada a la Grecia del siglo V a.C., sin duda uno de los periodos más fascinantes de la historia de la humanidad, una época en la que se sentaron las bases de lo que posteriormente sería la Europa moderna y la sociedad occidental actual. En concreto, las páginas de esta novela nos llevan a la antigua Esparta, cuna de una de las sociedades más militarizadas y estrictas de cuantas el hombre ha conocido. Son muchos los autores de novelas históricas que han ambientado sus narraciones en la Lacedemonia del siglo V a.C. Atraídos por la particular dureza de la agogé, el sistema educativo espartano, o por las grandes gestas militares de los guerreros conocidos como los iguales, esta polis ha seducido la imaginación de numerosos artistas del siglo XX que, hastiados de la pura perfección formal de la Atenas de Pericles, han preferido indagar en la que fue su gran rival política. Aretes de Esparta no destaca ni por ser la mejor recreación histórica de las batallas de la época (en este campo, es ampliamente superada por otras novelas como "Salamina" de Javier Negrete), ni por su especial belleza narrativa; sin embargo, ofrece una novedad nunca antes explorada: muestra al lector la Grecia del siglo V a.C. a través de los ojos de una mujer, la Aretes que da título a la novela.
La narración está estructurada como una mirada hacia el pasado de una mujer anciana en el ocaso de su vida. La vieja Aretes, una matriarca espartana de la aldea de Amiclas, cuenta a su nieta, para que ésta los ponga por escrito, sus recuerdos de toda una vida. Una vida que transcurre a lo largo de las primeras décadas del siglo V a.C. La infancia de Aretes está marcada por la constante amenaza de los persas, deseosos de agregar la Hélade a su gran imperio. El padre de Aretes, como miembro de la aristocracia espartana de los iguales, se ve envuelto en una serie de intrigas en las que la corrupción, el patriotismo y el honor ponen en juego la propia supervivencia de la polis. Gracias a los recuerdos de la anciana Aretes asistimos como testigos de excepción al desarrollo de algunas de as más importantes instituciones espartanas: la agogé, el duro sistema educativo espartano en el que las propias mujeres cumplían un papel de importancia; la diarquía, el sistema de gobierno en Esparta, según el cual dos reyes compartían al poder al mismo tiempo; los éforos, magistrados encargados de que las costumbres de la polis fueran respetadas; la cripteia, el ritual por el que los espartanos diezmaban a los sometidos hilotas para evitar que éstos se rebelaran. La joven Aretes crece y llega a la madurez en este mundo duro y en ocasiones cruel que permitió a Esparta convertirse en la gran potencia militar del momento.
La llegada a la madurez de Aretes está marcada por el estallido de las Guerras Médicas, el enfrentamiento en el que las poleis griegas plantaron cara al poderío del imperio persa. Aretes, como mujer, no pudo participar en las campañas, obligada a permanecer en casa aguardando las noticias de los guerreros que habían partido a la batalla. Es en este punto donde la joven tendrá que afrontar el duro destino de las mujeres espartanas: sacrificar a los hombres que ama para mayor gloria de la patria. Aretes conoce la pérdida de algunos de sus seres queridos, caídos bajo las armas de los persas en las batallas de las Termópilas y Platea.
La vejez de Aretes transcurre en el periodo tras la derrota de los persas en el que las buenas relaciones entre las ciudades griegas comienzan a deteriorase. Atenas y Esparta, aliadas contra el enemigo común persa, se encuentran tras la derrota de éste frente a frente. El estallido de la Guerra del Peloponeso es inminente, pero Aretes es ya demasiado anciana para inmiscuirse en temas políticos y prefiere dedicarse al cuidado de sus nietos y de su hermoso jardín en la aldea de Amiclas.

No hay duda de que Aretes de Esparta cumple el doble objetivo que toda novela histórica debe perseguir: está bien documentada y ofrece un relato ameno e interesante al lector. Desde el punto de vista del historiador, no son muchas las pegas que se pueden poner a esta narración. El autor demuestra estar familiarizado con la historia de la Esparta arcaica y clásica, así como con sus instituciones y su mentalidad. Mención especial merece el constante uso de citas literarias reales para ambientar algunas escenas, como los versos de Tirteo cantados por las falanges de hoplitas espartanos. Es evidente que detrás de la construcción de esta novela hay una labor previa de documentación que, con toda probabilidad, ha requerido de mucho más tiempo que la simple redacción del texto.
Únicamente hay, desde mi punto de vista, dos elementos que desvirtúan la ambientación histórica de la novela y la alejan de lo que, según las fuentes históricas, debió de ser la Esparta antigua. El primero de estos elementos es señalado por el mismo autor en el epílogo de la novela, y no es otro que la idealización del mundo de los hilotas y sus relaciones con los espartíatas, unas relaciones que, aunque en la novela aparecen suavizadas, fueron duras y crueles como corresponde a una realidad de un pueblo sometido que constantemente amenaza a sus amos con la rebelión.El autor, Lluis Prats En la novela, la familia de Aretes convive con los hilotas como un terrateniente bondadoso del siglo XX lo haría con sus trabajadores, en una relación de convivencia y respeto mutuos. Todo apunta a que la Esparta del siglo V a.C. fue en realidad una de las sociedades en las que la explotación del sometido llegó a cotas mayores de desarrollo, con instituciones del tipo de la cripteia, la caza y muerte ritual de una parte de los hilotas cada año, con el objetivo de destruir la moral y el potencial bélico del oprimido.
Por otro lado, Lluis Prats, no sabemos si por descuido o de forma voluntaria, silencia uno de los elementos fundamentales que sustentaban el sistema educativo espartano: las relaciones homosexuales entre los iguales durante la juventud. Las fuentes son muy explícitas al respecto y no ocultan que entre los jóvenes espartanos la iniciación al sexo tenía lugar en el contexto de los cuarteles en los que los jóvenes vivían recluidos la práctica totalidad de su adolescencia. Es lógico, en consecuencia, que sus primeras experiencias fueran de tipo homosexual. Éstas no sólo no eran mal vistas por la sociedad sino que eran buscadas y fomentadas como parte esencial de la educación de los jóvenes. El adolescente espartano elegía a un igual al que amar y al que emular en virtud, coraje y sacrificio. De hecho, estas parejas de amantes fueron una de las claves de la supremacía espartana en el campo de batalla, pues los hoplitas no sólo combatían por su patria, luchaban codo con codo con la persona amada. Hemos de insistir en que esta realidad no es una hipótesis dudosa de la historiografía contemporánea, sino que está sustentada de forma muy clara por diversos autores antiguos que conocieron y admiraron el sistema educativo espartano. En Aretes de Esparta no hay mención alguna a estas relaciones pese a que se describe la agogé con todo lujo de detalles, un grave error que resta credibilidad histórica a una novela que, por otro lado, podemos calificar de muy acertada.

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