
Cultura Clásica. ¿Qué es? ¿Qué debería ser?
Para cualquier persona que esté familiarizada con el mundo educativo, es evidente que, dentro del actual programa de estudios de secundaria, hay asignaturas que gozan de una gran popularidad entre los alumnos mientras otras son consideradas por la mayoría como ladrillos insuperables que pueden convertirse, en manos de según qué profesores, en auténticas torturas.La asignatura de Cultura Clásica es una de las afortunadas que pueden incluirse dentro del primer grupo. En general, el grado de satisfacción del alumnado que la cursa es muy elevado, tanto por el interés de la materia trabajada como por, hay que reconocerlo, la escasa dificultad de la que suelen estar revestidos los exámenes y pruebas. Circula por la red un célebre meme que dice lo siguiente. “Cultura Clásica, la única asignatura en la que te cuentan increíbles aventuras, duermes, te tocas los huevos… y apruebas con nota!” No hay duda de que algunos alumnos valoran más que otra la posibilidad de dormir y de “tocarse los huevos” en clase, pero son muchos los que disfrutan de corazón esta asignatura y se centran más en la parte de las “increíbles aventuras”. Pero, ¿qué es exactamente la asignatura de Cultura Clásica?
La asignatura de Cultura Clásica surgió en el panorama educativo español como una compensación en el momento en el que el latín dejó de ser obligatorio con el paso del antiguo bachillerato (BUP) al nuevo modelo de secundaria (ESO). El modelo finiquitado a finales de los noventa suponía que todos los alumnos que cursaran el bachillerato, con independencia de que su opción fuera de ciencias o letras, tenían que hacer al menos un curso de latín, generalmente en el segundo curso de BUP. Posteriormente, los alumnos de letras continuaban cursando latín dos años más antes de llegar a la universidad, un sistema que permitía que dichos estudiantes tuvieran al finalizar su formación secundaria una formación suficiente en latín como para poder traducir textos, es cierto que no muy complejos, de autores como Cicerón o Virgilio. Con la conversión del latín en una asignatura optativa del cuarto curso de ESO y los dos de bachillerato, los prebostes de la educación consideraron necesario compensar de alguna la formación clásica de los alumnos de secundaria. Esta compensación tomó la forma de una asignatura llamada Cultura Clásica que tenía carácter optativo entre los cursos de tercero y cuarto de ESO. La única limitación que se ponía era que la asignatura sólo podía cursarse una vez, o en tercero o en cuarto.
¿Qué contenidos abarcaba y abarca la asignatura de Cultura Clásica? En principio, todo lo relativo a las culturas griegas y latinas de la Antigüedad, así como su pervivencia a lo largo de los siglos, tienen cabida en esta materia. Al margen de los programas oficiales que marcan una serie de temas y objetivos, la Cultura Clásica es una asignatura que se define precisamente por lo abierto de sus posibilidades. Cada profesor la aborda de una manera distinta, hasta el punto de que, en años y centros diferentes podríamos pensar que estamos ante asignaturas por completo diferentes. Cultura Clásica es una asignatura que permite al profesorado poner en juego todas sus habilidades pedagógicas y su capacidad de fascinar al alumnado. ¿En qué otra asignatura existe la posibilidad de proyectar la película 300, leer fragmentos de las comedias de Plauto, hablar de las batallas de Julio César en la Galia y recrear cómo eran los banquetes en la antigua Roma?
Cultura Clásica sólo tiene una limitación: la capacidad del profesor. Esto que puede parecer, y que es, una ventaja respecto a otras asignaturas, puede convertirse también en el principal enemigo de la materia. Solo un auténtico apasionado del Mundo Antiguo está capacitado para sacar todo el partido de esta asignatura. Un profesor apático, poco interesado o, simplemente, poco familiarizado con la materia, puede convertir la Cultura Clásica en una suerte de Actividad Alternativa a la Religión, en la que los alumnos se limiten a leer el libro, mirar cómo pasan los minutos en el reloj y desear que esos malditos romanos y griegos nunca hubieran existido. Esta realidad es mucho más frecuente de lo que creemos. En muchos centros no existen departamentos de Latín y Griego, y por este motivo la Cultura Clásica puede caer en manos de especialistas de Geografía, Historia, Lengua o Filosofía. Hay incluso casos más extremos en los que la materia está impartida por el profesor de Inglés o el de Plástica… ¿Qué capacidad tiene para despertar el entusiasmo sobre el Mundo Antiguo alguien que no ha leído nunca a Homero o a Virgilio? Desde mi punto de vista, poca o ninguna capacidad. Sin embargo, dado que la Cultura Clásica ha tenido desde sus mismos orígenes un carácter de asignatura optativa fácil de aprobar, se ha impuesto también la idea de que es una asignatura fácil de impartir. Nada más lejos de la realidad. Una Cultura Clásica mal impartida puede generar un efecto devastador en todo un grupo de adolescentes que durante el resto de sus vidas sentirán un rechazo instintivo hacia todo lo relacionado con el Mundo Antiguo.
Otro problema que presenta la Cultura Clásica es la escasa calidad de los materiales didácticos que las diversas editoriales han sacado al mercado en la última década. Los manuales de Cultura Clásica parten, desde mi punto de vista, de un error de base y es pretender enseñar a los alumnos contenidos que no van a tener en sus vidas ningún significado y que, en consecuencia, van a olvidar en el momento en que termine el curso. ¿Qué interés tiene para un adolescente conocer el nombre y las funciones de todos los sacerdotes romanos? ¿Tiene sentido hacer que alguien memorice las fiestas celebradas en la ciudad de Atenas? ¿Y qué hay del nombre de las diversas partes de la casa? Todos estos contenidos tendrían cabida si para incluirlos en la asignatura no se hubieran dejado de lado otras cuestiones fundamentales. Llegamos así a la que considero que es la principal carencia de la Cultura Clásica tal y como está presentada en la actualidad: la ausencia casi total de la literatura griega y romana entre sus contenidos. Mientras la parte lingüística queda más o menos salvada con un primer tema de introducción en el que el alumno puede conocer los rudimentos del alfabeto griego y la influencia de esta lengua y del latín en las lenguas actuales, la literatura no tiene presencia alguna en el resto del cuso. Un alumno puede sacar un sobresaliente en Cultura Clásica sin haber escuchado jamás hablar de Homero y de Virgilio. La mayoría de los manuales, sencillamente, les ignoran. Podemos poner un ejemplo muy ilustrativo con los autores teatrales. Los alumnos terminan la asignatura habiendo aprendido a la perfección las diferencias entre un teatro griego y uno romano, así como las diversas partes que componen uno y otro. Conocen el nombre de las divinidades que patrocinaban las representaciones teatrales, y las principales festividades en las que éstas tenían lugar. Sin embargo, pueden terminar el curso sin haber escuchado hablar de Sófocles, Eurípides y Esquilo, sin haber leído ni una sola línea de Plauto o Aristófanes. ¿Tiene sentido que un alumno sepa las diversas partes de la cavea si no se la ha brindado la posibilidad de acercarse a la comedia plautina o a las tragedias de Sófocles? ¿Qué puede despertar mejor el interés de un adolescente, el nombre de diversos trozos de piedra o la truculenta historia de amor entre Edipo y Yocasta? Afortunadamente son muchos los profesores, y me incluyo con orgullo no disimulado en este grupo, que, conscientes de que esta carencia es dramática, hemos elaborado materiales para introducir la literatura en la asignatura de Cultura Clásica. Naturalmente, para hacer esto es necesario que el profesor tenga una cierta familiaridad con la materia. Si el docente nunca jamás ha abierto un ejemplar de la Iliada o la Odisea, difícilmente podrá hablar de Homero a sus alumnos.
Parece ser que la nueva ley educativa que se nos viene encima va a mantener la asignatura de Cultura Clásica en una situación muy parecida a la actual. Aunque no haya cambios, considero que es necesario que cada docente nos hagamos una pregunta. ¿Qué tendría que ser la asignatura de Cultura Clásica? Aunque, sin duda, la respuesta ha de ser muy personal, me atrevo a formular mi propio planteamiento, un planteamiento con el que creo que estarán de acuerdo la mayoría de docentes de latín y griego. Cultura Clásica tiene que conservar su carácter de asignatura abierta, en la que cada profesor pueda poner lo mejor de sí mismo y, ante todo, adaptar los contenidos a los intereses particulares de cada grupo. Si una generación de alumnos demuestra un especial interés por el teatro, ¿qué problema hay en dejar de lado ese curso temas como la religión, la infancia o el urbanismo? No creo que a ningún docente deba suponerle un problema dedicar todo un trimestre a leer a Sófocles y Plauto en clase, aunque esto suponga no avanzar con el manual. Lo que un adolescente motivado puede sacar riendo en clase con las bromas de Aristófanes supera con creces a la simple memorización de las partes de una columna. Por otro lado, todos los que impartimos esta materia tenemos la firme obligación de ponerla en valor y reivindicarla como una asignatura en la que no se regalan las calificaciones. Que el alumno tenga que trabajar para sacar su sobresaliente y, ante todo, que aquel que no respeta la materia y que, en definitiva, no respeta ni nuestro trabajo ni el Mundo Antiguo, no pueda aprobar la asignatura. Aunque esto suponga enfrentarse con el claustro y con la dirección de los centros. En nuestras manos está acabar con la idea ya muy extendida de que la Cultura Clásica es una “maría” que se aprueba sólo con calentar la silla. Volvemos al “meme” ya citado al principio del artículo. “Cultura Clásica, la única asignatura en la que te cuentan aventuras increíbles, te duermes, te tocas las huevos… y apruebas con nota!”. Entre todos podemos conseguir que Cultura Clásica sea sólo una asignatura en la que te cuentan aventuras increíbles, desterrando la segunda parte de la frase.
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