
Entrevistamos a Álvaro Cancela, ganador del Premio Nacional Fin de Carrera área de Humanidades
¿Puede ser que Catulo juegue con el sentido de pumice expolitum, que no solo aluda al significado literal de limpiar las impurezas del papiro con piedra pómez, sino también al de embellecer el poema puliendo su estructura y contenido? Ocho años han pasado desde esta reflexión que hizo que me diera cuenta de que Álvaro Cancela Cilleruelo estaba en mi clase. Fue en la asignatura de Textos Latinos I, la única en la que coincidí con él. Sus logros hablan de lo que es capaz académicamente: Licenciatura en Filología Clásica, Licenciatura en Lingüística, Máster Interuniversitario en Filología Clásica, Doctorando del Departamento de Filología Latina de la UCM; Premio Extraordinario de Bachillerato, Premio Extraordinario de Licenciatura en Filología Clásica e, igualmente, en Lingüística, Primer Premio de Tesis de Máster de Investigación; publicaciones, conferencias, colaboraciones…en fin, una lista interminable de méritos que ha obtenidos con tan solo 26 años. Su último galardón por el cual le entrevistamos ha sido el Primer Premio Nacional fin de Carrera, una recompensa a cinco años de feliz esfuerzo. Pero si algo caracteriza a Álvaro no es solo su potencial en los estudios, es su carisma, su positividad, su humor, su apoyo en todo lo que necesites y, sobre todo, su amor por el Latín y el Griego, lo que le ha llevado a cosechar tantos éxitos. No me equivoco si afirmo que más temprano que tarde nos referiremos a él como un Lasso, un Ruipérez o un Adrados.
¿Cómo te enteras y cómo te sentiste al conocer la noticia?
Fue una gran alegría y una sorpresa. Yo llego al despacho un lunes a las nueve de la mañana y, al abrir el correo electrónico, me encuentro directamente una felicitación oficial del Ministerio por la obtención del Premio Nacional de Fin de Carrera. En ese momento me quedo sumamente sorprendido; no tenía noticia de que se hubiera publicado la resolución, y de repente me llega directamente la enhorabuena. Como en el correo electrónico no se indicaba si se trataba de primer, segundo o tercer premio, llamo atónito al teléfono de información, que me confirma la publicación en el BOE del sábado 21 de noviembre; ahí pude comprobar que, en efecto, se me había concedido un Primer Premio. Fue un instante de gran alegría, especialmente pensando en mi familia, profesores y amigos.
¿Es un premio buscado o ha llegado inesperadamente como recompensa a cinco años de esfuerzo?
Fue un poco de todo. Lo cierto es que al acabar la carrera conocía la existencia de los Premios Nacionales, pero sabía que se convocaban con muchísimo retraso, tanto que, aunque una persona pueda tener particulares ganas de presentarse, de manera inmediata no puede hacer nada: ha de esperar dos o tres años. En mi caso, estaba fuera de España cuando se convocó el premio en marzo de 2015; me enteré gracias a un amigo de otra rama que estaba atento porque él también quería participar y, viendo que cumplía los requisitos, me presenté. Presentarme fue una decisión voluntaria; obtenerlo, una recompensa inesperada.
¿Qué repercusión ha tenido para ti ganar este premio?
Ha tenido una repercusión personal y académica mayores, en realidad, de lo que esperaba. En un primer momento, no sabía si debía hacerlo público o no y, en esta duda, consulté con el director del Departamento de Filología Latina, quien con gran satisfacción me invitó a compartirlo con profesores y compañeros, y lo anunció a todos los compañeros del Departamento, a través de los cuales la noticia ha llegado a más colegas. Además, había otras dos personas premiadas en la Facultad con otro primero, por Filología Hispánica, y un segundo por Lingüística, por lo que fue una alegría también para la Facultad de Filología de la UCM, cuyo Decanato difundió la noticia. En este sentido, para mi familia y amigos fue una gran alegría; para la Facultad, una cierta satisfacción; y para los profesores de Filología latina y de Filología griega y lingüística indoeuropea, un motivo de orgullo que un alumno formado en ellos obtuviera un reconocimiento. En este sentido, el mayor gozo para mí fue ver la sincera alegría de tantos.
¿Te ha sido difícil conseguirlo?
Sí y no. Ante todo, tengo la suerte de haber estudiado la carrera que quise y vocacionalmente elegí; desde el primer momento en Bachillerato supe que quería hacer esto y en ningún momento pasé ni un solo minuto en la Biblioteca de Filología Clásica solo por el hecho de pretender sacar peor o mejor nota. Siempre fui feliz estudiando la Licenciatura, vine contento a todas las clases y estudié con interés las asignaturas. Evidentemente todo ello conlleva un esfuerzo, porque al final uno pasa muchas horas estudiando, pero nunca fue un trabajo amargo o pesado, ni tuve la sensación de estar haciendo algo de lo que me tenía que convencer de algún modo: al contrario, acudí a las clases y a la biblioteca feliz y convencido de mi vocación. Y si un resultado de ello es este premio, tengo la inmensa fortuna de haberlo obtenido haciendo lo que siempre me gustó hacer.
¿Cuándo supiste que querías hacer clásicas? ¿Te estabas debatiendo por otras licenciaturas?
Decidí hacer Filología Clásica el primer día de Primero de Bachillerato, sin albergar ningún atisbo de duda. Entré en este curso, tras la Educación Secundaria, dudando entre sociales o humanidades; y sin embargo, el primer día, tras las primeras horas que tuve de latín y de griego, me quedé tan sumamente fascinado por ambas lenguas, que en ningún momento en todo el Bachillerato, ni después, al elegir carrera, dudé jamás si debía hacer otra.
¿En qué estás trabajando ahora? ¿Está ya dando frutos?
Mi ámbito de trabajo es la crítica textual, que me ha interesado desde que era estudiante; la mayor parte del tiempo lo dedico a mi tesis doctoral, codirigida por dos conocidos especialistas en Hispania Visigoda: la prof. Isabel Velázquez, de la Univ. Complutense, y el prof. Jacques Elfassi, de la Univ. de Lorraine: la edición crítica y estudio de tres obras en latín (dos poemas y un texto en prosa), compuestos entre los años 636 y 711, que los manuscritos atribuyen mayoritaria, pero falsamente a San Isidoro de Sevilla y que se conoce hoy como ‘corpus de Pseudo-Sisberto de Toledo’. Mi trabajo consiste, ante todo, en estudiar la difusión manuscrita de las obras y, especialmente, en determinar la relación genealógica de los manuscritos; puesto que el ‘original’ del autor se ha perdido, mi estudio tiene como finalidad comparar las treinta copias manuscritas que transcriben los textos, copias todas distintas, cargadas de diversos errores y de muy desigual valor para reconstruir el texto primigenio, y a partir de este estudio, proponer un texto crítico y razonado que, con debidas limitaciones, sea lo más cercano posible al texto del autor. En segundo lugar pretendo estudiar el posible origen y cronología para la composición de estas obras. Mi codirector, el prof. Elfassi, publicó un trabajo en el que sugería que las obras tal vez no provenían de la Hispania visgoda, sino del mundo carolingio; con este precedente, uno de los objetivos de la tesis es examinar a si se trata de obras hispano-visigodas, o de composiciones redactadas en fecha posterior y ámbito carolingio. Hasta el momento, además de localizar varios códices que no constaban en los listados de manuscritos de las obras, me he centrado fundamentalmente en la lectura y cotejo de los manuscritos (colación) y el establecimiento de sus relaciones genealógicas, así como en el estudio de sus fuentes literarias y de los paralelos con otros textos latinos altomedievales; he tenido la suerte de dar a conocer mi trabajo en publicaciones y de compartirlos con colegas y profesores en congresos nacionales e internacionales, así como de realizar estancias de investigación en Poitiers (Francia), bajo la dirección de una historiadora del Medievo de la talla de Cécile Treffort, y en Milán (Italia), donde tuve el honor de trabajar con uno de los más reconocidos estudiosos en crítica textual y en literatura latina medieval: Paolo Chiesa, cuyo magisterio ejerció sobre mí una inolvidale influencia.
¿Piensas hacer una edición moderna de estos tres textos?
Sí, el resultado final de la tesis será un volumen con el estudio, edición crítica y traducción española de los textos. Estas tres obras no han sido editadas de manera crítica y conjunta nunca; los dos poemas fueron editados en 1911 por el estudioso alemán Karl Strecker, pero desde ese año hasta hoy no hay ninguna edición posterior, y mientras Strecker maneja una decena de manuscritos, hoy mi lista actual es de más de una treintena; de la obra en prosa la última edición data de 1803. En este sentido, el producto final un volumen tripartito que contenga un estudio de los manuscritos, un estudio del problema de las fuentes, la cronología, el origen y la autoría de estos textos, y la edición crítica con traducción de las tres obras.
¿Qué opinas de la situación de las clásicas en la educación secundaria y en la universidad en España? ¿Crees que habrá un cambio para mejor?
Yo tuve la fortuna de estudiar en un Instituto en el que había latín y griego durante bachillerato, con una tradición, de décadas, muy asentada. Sin embargo, y aunque no estoy tan informado como debiera, me da la impresión de que la situación actual ha empeorado en el curso de muy pocos años, y en este sentido no creo que sea precisamente buena, particularmente para el griego, que está desapareciendo con graves consecuencias también para las clásicas en la universidad: el núcleo de alumnos de los que se nutre la Filología Clásica a nivel universitario son, en no poca medida, los que salen de la rama de Humanidades de los institutos. Por tanto, la lucha por las clásicas en los institutos interesa no solo a los profesores de la secundaria, sino también a los profesores de la universidad: los alumnos de la secundaria de hoy serán los alumnos de universidad mañana.
En cuanto al futuro, ignoro si habrá un cambio para mejor. Es difícil prever ese tipo de cosas, y sin ánimo de resultar especialmente negativo, veo difícil que vaya a haber un cambio radical a mejor. Dicho esto, creo sinceramente que la Filología Clásica es uno de los ámbitos que más y mejor ha luchado por su manutención en la enseñanza pública. Estoy seguro de que si hace cuarenta años hubiéramos preguntado a una persona por la situación de estas materias en el año 2015, seguramente las habría colocado en una situación peor a la actual, tal vez desaparecidas. Gracias a que, aunque somos pocos, estamos muy bien coordinados en asociaciones a nivel nacional, fundamentalmente la SEEC y la SELat, y gracias a esta clara toma de conciencia en defensa de nuestros estudios y de su valor, no estamos en la mejor situación, pero sí estamos mejor de lo que podríamos estar.
¿Qué opinas de las clásicas en la UCM? ¿Cuáles son las mayores diferencias con otras universidades? ¿Crees que esta carrera está menos valorada aquí que en el resto de países?
En mi caso tuve 5 años de licenciatura -además de un sexto año de Máster, compartido con la Universidad Autónoma y la Universidad de Alcalá-, y lo cierto es que solo tengo palabras de agradecimiento para todos los profesores que me han dado clase. En mi caso, cursé uno de los últimos planes de la licenciatura antigua, en los que las lenguas y literaturas grecolatinas estaban razonablemente bien representadas y que permitían suplir las inevitables carencias de todo plan y desarrollar los intereses particulares que tuviera cada alumno. Por otra parte, la Filología Clásica española goza hoy de una excelente salud y desarrolla líneas de investigación que asentó en nuestro país una generación irrepetible de latinistas y helenistas entre los años cincuenta y los años ochenta (Adrados, Ruipérez, Ruiz de Elvira, Lasso de la Vega, Fdez. Galiano, García Calvo, Díaz y Díaz, Gil, Rubio, Bastardas, Fontán, Michelena, etc.), que eran discípulos de Tovar, Vallejo, Pabón o Bassols; buena parte de estos profesores, que hicieron de nuestros estudios una referencia en varias especialidades, desarrolló su carrera en la Complutense y su magisterio sigue hoy presente en ella y en departamentos de toda España.
Por lo que respecta a la valoración social, no creo que sea particularmente alta en ningún país. En Alemania, Francia e Italia, donde he podido estar más tiempo, la imagen de la persona que hace clásicas es, como aquí, la de ser una auténtica ‘rara avis’. Las mayores diferencias probablemente son el nivel con el que los alumnos llegan a la universidad y la presencia del latín en estudios distintos de la Filología Clásica, particularmente en Italia. Allí es increíble cómo una institución como el Liceo Classico tiene todavía muchos años de latín y de griego; tal vez no sean tantas horas semanales, pero sí son más años. Eso da lugar a una asimilación muy alta de los textos y a que los alumnos de Filología Clásica, y a menudo de cualquier filología en general, sean en muchos casos perfectamente capaces de leer y comprender un texto griego o latino sin necesidad de traducirlo. Por ejemplo, durante mi estancia en la Universidad de Milán conocí a varios alumnos, fundamentalmente romanistas, que en sus estudios de lenguas modernas tenían también como asignatura obligatoria literatura romana; pues bien, el examen de esta era, entre otros textos, el libro XI de los Annales de Tácito en latín: aunque el griego también está en una situación cada vez más delicada, lo cierto es que el hecho de que alumnos de lenguas modernas tengan tal nivel de exigencia y de competencia en latín me resultó admirable.
¿Crees que la Filología Clásica es útil?
Es una pregunta difícil, cuya respuesta, en no poca medida, depende de los términos en que se defina la noción de utilidad. ¿Qué quiere decir ‘útil’ en este caso? ¿Que nos va a ayudar en nuestro día a día, que nos va a solucionar problemas prácticos e inmediatos, que va a tener alguna clase de provecho en cualquier otro ámbito? ¿Es útil por igual lo que tiene utilidad directa o inmediata, y lo que tiene utilidad a medio o largo plazo? De un ingeniero nadie duda que su trabajo sea útil, ahora bien, ¿un físico teórico es directamente útil siempre? ¿Una tesis en lógica lo es? Por un lado, las Humanidades (y la Filología Clásica en particular, por estudiar lenguas mal llamadas muertas) tienen a menudo que responder un tipo preguntas que no se plantean en otros ámbitos del conocimiento en los que, sin embargo, serían también lícitas; por otro lado, su misma formulación parte a menudo de la presuposición de su inutilidad, y en vez de preguntarnos por la utilidad de nuestros estudios (pregunta del todo lícita, incluso necesaria), lo que se busca es a veces un ataque, o en el mejor de los casos una justificación; en este sentido, creo que valorarnos en términos de utilidad indefinida y un tanto inquisitorial no es siempre pertinente.
Sin embargo, he de añadir que saber latín o griego, es directamente útil en muy diversos aspectos. Si te interesas por la historia, la filosofía, la teología, la historia del arte, de la música o de la medicina, etc., tener conocimientos en lenguas clásicas es indispensable porque numerosísimas fuentes no están traducidas y, aunque lo estén, el acceso a la lengua original es la única manera de comprender e interpretar correctamente el contenido literario, histórico, filosófico, técnico, de cualquier texto. En segundo lugar, el latín y el griego no solo te abren las puertas del Mundo Antiguo, sino las de todo el Medievo (tanto occidental como bizantino), en que saber latín y griego clásico es del todo necesario, así como del Renacimiento y Humanismo: no es casual que tantos medievalistas y tantos estudiosos del humanismo sean, de formación, filólogos clásicos. Por otro lado, saber latín y griego es increíblemente útil para el conocimiento de cualquier lengua moderna. Una persona que estudie Filología Clásica está habituada al final de la carrera a conocer y manejar bibliografía en varias lenguas modernas. Sabiendo latín es muchísimo más fácil aprender el vocabulario italiano o francés; saber latín y griego soluciona muchísimos problemas para quien aprende alemán, pues no necesita ninguna clase de explicación de lo que es un caso, un problema dramático para una persona que no tiene la menor idea ni de lingüística ni de lenguas clásicas.
El conocimiento del latín y del griego, en último término, da acceso directo a buena parte del caudal lingüístico y cultural occidental, a su historia, a su pensamiento, a sus producciones culturales, a su patrimonio material e inmaterial. Quien no vea la utilidad de ello probablemente no tiene tampoco interés en ninguno de estos ámbitos; no es que clásicas sea inútil, sino que es inútil para él. Quien sabe latín y griego, en cambio, no pone en duda su capital importancia, o si se quiere su ‘utilidad’, en todos los estudios humanísticos.
Finalmente, ¿a quién le agradeces el premio?
Agradezco el premio en primer lugar a mi familia, especialmente a mi padre, D. J. Ramón Cancela Izquierdo, que falleció hace tres años, así como a mi hermano y a mi madre, porque desde el primer momento en el que decidí hacer Filología Clásica no tuve que soportar jamás el discurso de “¿Te lo has pensado bien? ¿Por qué no haces derecho o económicas?” etc.; en resumen, por qué no haces otra carrera pretendidamente con más salidas. Lo único que tuve siempre fueron palabras de apoyo y de ánimo, así como de alegría cuando los resultados eran buenos. En segundo lugar, agradezco el premio completamente a mis profesores en todos los estadios educativos. A menudo uno entra en clásicas después de haber tenido excelentes profesores de secundaria; por eso quisiera mostrar mi agradecimiento a quienes fueron mis profesores de latín y de griego en el Instituto, ya jubilados, Dña. Carmen Achútegui y D. José Santos, que sembraron en mí el interés por la Filología Clásica. Además de a ellos, debo toda mi formación –y por tanto este premio– a los profesores que he tenido en la Universidad. En la Universidad Complutense cursé cinco años de Licenciatura inolvidables en que, manteniendo el equilibrio entre las dos lenguas, disfruté de excelentes profesores de Filología Latina y de Filología Griega y Lingüística Indoeuropea, que siempre me animaron y siempre tuvieron la dedicación más absoluta y más vocacional por todos nosotros; que confiaban en la inteligencia del alumnado, que lo espoleaban y que fomentaban la reflexión y la crítica y que logran que cada año un más que notable número de alumnos de Filología Clásica está cada año interesado en iniciarse en la investigación con una vocación admirable: un permio como este es, sobre todo, un premio para quienes nos han formado, y a ellos, particularmente a los que me han influido de manera más duradera, les guardo el mayor agradecimiento. Por supuesto estoy agradecido a todos mis amigos y a mis compañeros de promoción y de la universidad, porque creo que formamos una pequeña familia. Las promociones de Filología Clásica, poco numerosas comparadas con otras carreras, se conocen bien entre sí (por ejemplo, es perfectamente normal conocer compañeros de tres promociones por arriba y tres por abajo) y conocen a becarios y a profesores, conviviendo en un espacio pequeño, y ello genera una cercanía muy particular y familiar, para nada común en nuestro masificado ámbito universitario.
Por eso, cuando me dieron la noticia del premio, sinceramente me alegré sobre todo por los demás, por las personas que siempre me han acompañado desde el primer momento hasta hoy: familia, maestros y amigos. A vosotros os agradezco vuestra desinteresada labor en la difusión de nuestros estudios y, en mi caso y sin el menor engreimiento, vuestro interés por este premio.
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