¿Homero expulsado de las aulas por la cultura de la cancelación?
La pasada semana saltó a las redes sociales una noticia que gracias a titulares tan sentenciosos como engañosos y a su contenido polémico se convirtió muy pronto en una tendencia de la que diversos medios se hicieron eco. Según esta noticia, una escuela de Estados Unidos, siguiendo los preceptos del movimiento DisruptTexts, había eliminado a Homero de su plan de estudios por sus “valores pérfidos y venenosos”. La noticia venía acompañada de dos capturas de pantalla con sendos mensajes en la red social Twitter en los que dos mujeres estadounidenses hablaban de la necesidad de dejar de leer a Homero en las escuelas y celebraban que una de ellas ya lo había logrado en su centro. Como era de esperar, la indignación explotó, especialmente en los círculos de amantes de la cultura clásica, la literatura y la historia, y en aquellos que, sin estar especialmente interesados en estos temas, aprovechan cualquier noticia de este tipo para hacer propaganda de su ideología política. La cultura de la cancelación, se dijo, tiene un nuevo objetivo: los clásicos grecolatinos que no entran en sus moldes de pensamiento. La noticia se hizo viral, y tanto grupos de sospechosas intenciones como personas que actuaban de buena fe, la compartieron en los muros de sus redes sociales.
¿Está realmente el movimiento DisruptTexts detrás de esta eliminación de Homero en una escuela de Massachussets?
Lo primero que hemos hecho ha sido indagar acerca del alcance de esta prohibición. Todo comenzó con un tweet de una tal Shea Martin, que según se puede encontrar en sus perfiles de redes sociales está vinculada al departamento de literatura de la Universidad de Boston. La respuesta proviene de Heather Levine, profesora de lengua y literatura en la Lawrence High School de Massachusetts. Martin es quien afirma que la Odisea es una basura, mientras que Levine afirma haber logrado que esta obra se elimine del curriculum del centro en el que trabaja. Esto es todo. No hay declaración institucional ni de la Lawrence High School, cuyo director parece ser que se ha negado a responder mails ni hacer declaraciones, ni por supuesto de la Universidad de Boston. Es decir, estamos ante la opinión personal de un individuo particular y la respuesta de una profesora de literatura que afirma haber hecho algo que la prensa no ha podido constatar. Dos personas con un evidente desconocimiento de lo que el legado clásico supone para Occidente que hablan en redes sociales y cuya conversación, por algún motivo, alcanza proporciones enormes al otro lado del Atlántico.
¿Qué hay del movimiento DisruptTexts? Según se definen en su página web, este movimiento es una corriente de debate creada por profesores para profesores que plantea la necesidad de revisar el canon literario occidental para dar cabida en él a una mayor variedad de experiencias y realidades. Como aclaran de forma explícita, no están a favor de ningún tipo de censura ni de la prohibición de ningún libro en ningún ámbito. De hecho, reconocen que la censura suele ser contraproducente para lograr el objetivo de aumentar la diversidad que ellos persiguen. Lo que pretenden es incluir en el curriculum otras obras y hacer que las que ya están sean analizadas también en clave inclusiva. Es decir, que las declaraciones de Shea Martin y Heather Levine difícilmente entran dentro del proyecto que DisruptTexts defiende en sus estatutos. Sin duda este movimiento puede tener mucho de polémico y sus propuestas de modificar el canon de lecturas del sistema educativo ha de ser objeto de debate sereno y objetivo. Pero difícilmente se puede deslegitimar a todo un movimiento con miles de personas detrás sólo por las declaraciones en redes sociales de dos individuos usando un hashtag concreto.
¿Cómo es posible que las declaraciones de dos mujeres sin proyección social alguna lleguen a tener eco en Europa y se consideren una amenaza para la continuidad del estudio de los clásicos? La respuesta es compleja, pero sin duda se enmarca en el interés constante de una parte de nuestros políticos y "pensadores" en demostrar que tanto el feminismo, como el antiracismo como otros movimientos como la lucha por la defensa de los derechos de las personas trans están en manos de locos integristas que buscan la censura y la prohibición. De este modo, se selecciona la opinión delirante de dos representantes extremos de un movimiento y se hace pensar al público que esa opinión es la generalizada, de modo que la caricatura resultante se convierta en lo que la mayoría relaciona con la realidad. Ya tenemos la deformación servida y podemos dar paso a las descalificaciones, el enfrentamiento en las redes sociales y la crispación que tantas visitas proporcionan a determinados medios digitales y tantos seguidores proporcionan a algunos agitadores profesionales.
De momento se ha conseguido arraigar en la mentalidad de la gente que movimientos como DisruptText son una grave amenaza para la lectura y el estudio de los clásicos. Sin embargo, ninguna asociación semejante ha hecho propuesta alguna en España para sacar a Homero, Virgilio o Séneca de nuestros planes de estudios. Los que están sacando a los clásicos de las escuelas no son estos movimientos de protesta.
¿Cuál es la verdadera amenaza para el estudio de los clásicos grecolatinos en España?
Basta echar un vistazo a las leyes educativas de las últimas décadas para comprobar cómo el saber humanístico ha ido perdiendo valor y prestigio en las aulas a un ritmo creciente e incesante. En tres leyes hemos pasado de existir un curso de latín obligatorio para todos los alumnos de bachillerato, seguido de dos más para los alumnos de humanidades (en este caso con griego en la mayor parte de los casos) y ciencias sociales, a ser esto sustituido por una descafeinada cultura clásica optativa y unas lenguas clásicas que pueden esquivarse en los itinerarios de ciencias sociales o incluso (en el caso del griego) en los de humanidades. No han sido feministas, ni antiracistas quienes han sacado a Homero de las aulas. Han sido nuestros políticos, que a uno y otro lado del espectro parlamentario, han aplaudido y sancionado con sus votos la consagración de un sistema educativo pragmático y materialista en el que sólo lo inmediato tiene valor y lo abstracto, lo atemporal, lo clásico, se considera un adorno prescindible. Tal vez debamos reflexionar acerca de hacia dónde llevamos nuestra indignación. ¿Amenazan más al estudio de Homero en España dos profesoras norteamericanas o nuestros políticos y sus leyes educativas? ¿Se quiere eliminar a Homero por sus valores supuestamente negativos o porque su lectura se considera una périda de tiempo que resta espacio a lo que de verdad importa en el siglo XXI, como la robótica, la programación o la economía?
Por desgracia, esta amenaza, tan real como evidente, no encuentran eco en los medios sensacionalistas de titular fácil y monetización agresiva. Para nuestros medios digitales patrios es preferible señalar a una mujer al otro lado del Atlántico por sus opiniones radicales que pararse a analizar en qué situación están los clásicos en nuestro sistema educativo. Lo uno da visitas, seguidores y, en consecuencia, dinero. Lo segundo parece no interesar.