
"La canción de Aquiles", una novela de Madeline Miller
En "La canción de Aquiles", Madeline Miller nos acerca a la historia de la guerra de Troya a través de los ojos de uno de sus principales protagonistas, el príncipe desterrado Patroclo. Con una cierta maestría en la narración, la autora cuenta la vida del joven Patroclo desde su nacimiento hasta los combates al pie de las murallas troyanas. Pese a que este personaje es el que conduce a los lectores por la trama, el auténtico protagonista es el príncipe Aquiles, primogénito del rey de Ftía y héroe griego por antonomasia. Juntos, Aquiles y Patroclo se enfrentan al dilema de elegir entre una vida larga y feliz, aunque carente de gloria, y una muerte temprana seguida de la inmortalidad en la memoria de los hombres.
Pese a que hay una gran cantidad de elementos de la novela que son, desde mi punto de vista, muy criticables, considero "La canción de Aquiles" una buena novela histórica. Se lee con interés, tiene un estilo narrativo agradable y engancha al lector desde la primera página. Desde el punto de vista del público general, no hay duda de que "La canción de Aquiles" cumple con los requisitos para convertirse en una novela de éxito: contiene escenas románticas, enfrentamientos armados, personajes bien definidos y una trama fácil de seguir.
Los conocedores del ciclo troyano, además, pueden disfrutar de esta novela a más niveles. En línea general, la autora respeta los acontecimientos del ciclo original. No debemos olvidar que el ciclo troyano no está compuesto por una única obra, sino por un enorme catálogo de escritos en diversos géneros y de diversas épocas que cuentan la gran epopeya que tuvo como elemento central el asedio y la destrucción de la ciudad de Troya. Por este motivo, resulta muy difícil para un autor moderno recopilar todos los datos necesarios para reconstruir esta historia. Es fácil caer en errores y contradicciones; un defecto que no podemos achacar a Madeline Miller. La autora demuestra conocer las fuentes antiguas, desde la obra de Homero a las tardías reconstrucciones atribuidas de forma errónea a Dictis y Dares, pasando por la tragedia griega y la poesía épica latina. Podemos poner como ejemplo el episodio central de la novela, la ofensa que Agamenón hace a Aquiles al obligarle a entregar a la cautiva Briseida como compensación por la pérdida de su propia esclava. Para reconstruir esta trama, la autora utiliza de forma directa la Ilíada de Homero, hasta el punto de utilizar incluso diálogos extraídos del poema épico. Por otro lado, la autora hace un uso constante de términos griegos, términos que aclara en nota al pie para ayudar a los no iniciados en esta lengua. El resultado es un aumento de la autenticidad de la historia sin detrimento alguno de la claridad narrativa.
Sin embargo, como he señalado, la novela presenta también algunos elementos muy criticables, especialmente desde el punto de vista de quien conoce mínimamente el mundo homérico. El primero de ellos es el intento manifiesto de forzar los acontecimientos del ciclo troyano para reforzar la idea de la relación amorosa entre Aquiles y Patroclo. El tema de la naturaleza de esta relación ha generado una gran controversia en las últimas décadas, protagonizada ante todo por quienes se empeñaban, y se empeñan, en negar la existencia de cualquier vínculo amoroso entre los dos personajes y quienes, por el contrario, han tratado de demostrar la supuesta homosexualidad de ambos. La teoría más consolidada entre los especialistas hoy en día afirma que no hay en los versos de Homero ningún dato explícito que permita afirmar que entre Aquiles y Patroclo existió algo más que una profunda amistad. Sin embargo, es evidente que para los griegos, desde al menos la época arcaica, la relación entre estos dos héroes era de naturaleza amorosa y sexual. La autora de "La canción de Aquiles" no hace sino continuar una larga tradición de obras y representaciones plásticas que hablan de Aquiles y Patroclo como amantes. Ahora bien, que sea un hecho reconocido que los griegos interpretaban así esta relación, no justifica el hecho de presentarla como si los dos héroes constituyeran una pareja de personas del mismo sexo en el siglo XXI. En muchas ocasiones, la novela muestra a Aquiles y Patroclo afrontando su amor como lo harían dos hombres homosexuales de nuestros días, dejando de lado todo el contexto social y mental en el que los personajes deberían moverse. En efecto, aunque en el mundo griego las relaciones sexuales entre hombres formaban parte de la más absoluta normalidad, lo habitual era que todos los varones mantuvieran vínculos de algún tipo con mujeres. La perpetuación de la familia y de las riquezas familiares estaban en juego. En la novela, Aquiles es presentado como un hombre sólo interesado por la gloria militar y su amor hacia Patroclo, llegando de hecho a rechazar con desprecio cualquier posibilidad de mantener relaciones con mujeres. El coito con Deidamia, madre de Neoptólemo, tenía que aparecer en la historia por necesidad, así que la autora lo transforma en una especia de violación de Aquiles por parte de la princesa de Esciros. Algo semejante ocurre con el episodio de Briseida. Dado que Patroclo y Aquiles sólo pueden sentir amor y deseo el uno por el otro, Briseida queda reducida a una tierna amiga de ambos, olvidando por completo cuál era el papel de las cautivas en el mundo homérico. Desde mi punto de vista, la relación entre Aquiles y Patroclo que podemos reconstruir con las fuentes originales es lo suficientemente interesante como para que no sea necesario retocarla ni potenciar de forma artificial ninguno de sus elementos.
Por otro lado, la autora trata de redimir a los dos protagonistas de cualquier participación en la crueldad que suponía un enfrentamiento bélico en el mundo homérico, una crueldad que para el hombre occidental del siglo XXI resulta reprobable, pero que era por completo normal para los hombres y mujeres, no ya de ese periodo concreto, sino de toda la Antigüedad. Aquiles y Patroclo se muestra como dos enemigos de la esclavitud: tratan de hacerse con el mayor numero de cautivas posible para evitar que el resto de caudillos griegos las reduzcan a la esclavitud. Este carácter filantrópico resulta por completo ajeno al espíritu de los dos héroes, sea cual sea la fuente que utilicemos.
La última crítica que podemos hacer a "La canción de Aquiles" es la precipitación con la que llega el final de la novela. Es evidente que el uso de Patroclo como narrador en primera persona de la trama presenta un inconveniente, que no es otro que la muerte de este personaje en un momento en el que la guerra de Troya está en su máximo apogeo. La autora lo resuelve haciendo que Patroclo continúe la narración como un espíritu atormentado, incapaz de ir al Hades por su vinculación amorosa con Aquiles. Aunque este recurso podría haber sido una interesante solución, Miller opta por acelerar el ritmo de la narración tras la muerte de Patroclo. Por este motivo, episodios de gran carga dramática, como la lucha de Aquiles contra Memnón y Pentesilea, quedan reducidos a un simple párrafo. La muerte misma de Aquiles apenas recibe atención. La sensación que tiene el lector es de precipitación, de superficialidad. Como si la autora tuviera prisa por llegar al final de la historia.
Pese a estas críticas, he de retomar los elogios con los que comencé este análisis. "La canción de Aquiles" es una buena novela histórica que se lee con interés y que puede ser del agrado incluso del más purista amante de la obra homérica.
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