Sangre de Baco

"Pilato, el prefecto de Judea", una novela de Andrés Sampedro Tébar

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Luis Manuel López | Literatura | 16/08/2019 - 13:15Comenta

Pilato, el preceptor de Judea¿Quién era Lucio Poncio Pilato? Esta pregunta podrá ser respondida por la inmensa mayoría de habitantes de los países occidentales sin apenas problemas. Todo el mundo con una mínima cultura, ya sea histórica o religiosa, conoce la figura de gobernador romano que decidió no implicarse en la condena a muerte de Jesús de Nazaret y dejar que fueran los judíos y sus autoridades quienes se encargaran de dictar su destino. Y, sin embargo, lo que sabemos de Lucio Poncio Pilato más allá de esto es poco, muy poco. Las fuentes cristianas tardías nos dan muchas noticias acerca de su vida, e incluso nos cuentan que su esposa Claudia fue la primera romana en convertirse al cristianismo. Sin embargo, si eliminamos las fuentes sospechosas de haber sido inventadas o manipuladas, los datos con los que contamos para reconstruir la carrera de Lucio Poncio Pilato son muy magras. Sabemos que era miembro del orden ecuestre y que hizo una carrera política y militar en tiempos de Augusto y Tiberio, una carrera que llevó a ser nombrado procurador de la región de Judea en tiempos en los que Sejano, el siniestro prefecto del pretorio, controlaba el Imperio. ¿Qué fue de Pilato después de la muerte de Jesús? ¿Qué destinos había ocupado antes de ser enviado a Judea? Ningún historiador puede pronunciarse con seguridad acerca de estas preguntas.

En esta situación, un personaje como Pilato resulta un objetivo tentador para un novelista. Un elemento clave en la historia pero con lagunas lo suficientemente amplias como para poder ser rellenadas a placer por el novelista. Unas lagunas que suponen un peligro, ya que pueden ser completadas con pura fantasía o con una historia adaptada a la realidad social, militar y política de la Roma del siglo I d.C. Este segundo camino es el que toma Andrés Sampedro Tébar en su novela “Pilato, el prefecto de Judea”.

Lo primero que hay que destacar de esta novela es que un trabajo muy ambicioso. Cualquiera que haya intentado adentrarse en la farragosa experiencia de escribir novela histórica sabe que no es un camino sencillo. Por cada párrafo que se escribe hay que consultar dos o tres fuentes, descubriendo en muchas ocasiones datos que nos obligan a borra más texto del que generamos. Escribir novela histórica no es sencillo. Pero escribir una buena novela histórica de más de mil páginas de extensión es una labor colosal. Especialmente cuando se tocan tantos escenarios como hace el autor de “Pilato, el prefecto de Judea”. En sus páginas el lector encuentra desde una reconstrucción de la Roma de tiempos de Augusto hasta la Jerusalén de la Pascua en la que fue condenado a muerte Jesús de Nazaret. En esta novela acompañamos a las legiones romanas por todos los rincones del Imperio, desde el norte de África a Siria, pasando por Panonia, Hispania y el Rin. Al seguir la carrera de Pilato al detalle, conocemos cómo era la vida de un caballero romano en época Julio-Claudia, sus aspiraciones y sus limitaciones. Con los ojos de Pilato conocemos además a diversos personajes históricos reconstruidos de forma fiel y más que estricta: Tiberio, Sejano, Casio Querea, Germánico, Herodes Antipas… Un trabajo así no está al alcance de cualquiera, ya que sólo un escritor con un gran conocimiento de las fuentes y una colosal disciplina y rigor en su uso puede abordarlo con éxito. Andrés Sampedro Tébar consigue con este libro demostrar que conoce el oficio del escritor de novela histórica.

Por señalar algún elemento negativo podemos apuntar a que los muchos saltos en el tiempo hacen que en ocasiones la lectura resulte algo confusa. Muchos escenarios, muchos personajes y un periodo temporal muy largo en el que uno no llega a asentarse del todo debido a que el autor nos lleva constantemente desde los tiempos de Pilato como procurador hasta diversos puntos de su pasado. Una estructura lineal habría sido, desde nuestro punto de vista, más sencilla de seguir por parte de los lectores.

A pesar de esto, al terminar la obra uno se pregunta cómo es posible que en las librerías estén floreciendo títulos tan mediocres mientras novelas como “Pilato, el prefecto de Judea” ha sido descatalogada y es hoy muy difícil de encontrar. ¿Qué virtudes tienen las novelas de Posteguillo de las que carezca esta novela de Andrés Sampedro? Sólo cabe pensar que su enorme extensión hacen de ella un plato demasiado duro de digerir para algunas editoriales que prefieren lanzar al mercado productos de mercado más rápido y sencillo. Una lástima y una oportunidad perdida, ya que “Pilato, el prefecto de Judea” merecería una suerte mejor que la ha corrido hasta el momento.

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