
"Pretorianos, la elite del ejército romano", de Arturo Sánchez Sanz
El nombre del Imperio Romano está asociado de forma indefectible con el de la guarda pretoriana. Una unidad militar de élite que se encargaba de proteger al emperador, tanto en Roma como cuando éste se encontraba en campaña en algún punto del Imperio, y que, en consecuencia, fue la que tuvo un acceso más directo y continuo al poder y sus resortes. Hablar de los pretorianos es hablar de militares de élite, pero también es hablar de ambición, de intrigas, de influencias, de asesinatos y corruptelas. Desde que Tiberio trasladó la sede permanente de la guardia pretoriana al interior de la ciudad de Roma, de donde Augusto los había mantenido apartados, los pretorianos, único cuerpo armado con poder real en Roma, aprendieron que podían hacer uso de la amenaza que suponía su poderío físico y y su cercanía al emperador para marcar las reglas del juego político. Esto fue especialmente cierto en el caso de sus oficiales superiores, los prefectos del pretorio. De ello fueron conscientes Sejano, Macro, Casio Querea y un largo etcétera de prefectos del pretorio que dejaron su huella y la de su espada en la política romana.
Entender la guardia pretoriana como institución es entender la Roma imperial. Por este motivo resulta tan importante la monografía de Arturo Sánchez Sanz “Pretorianos. La élite del ejército romano”. En las páginas de esta obra el autor desgrana los resultados de una larga labor de investigación que le ha levado a abordar temas como la historia de la guardia pretoriana, su composición interna, sus mecanismos de promoción, el salario que cobraban, su relación con otras unidades, su uniforme y armamento… Un trabajo que habría resultado imposible sin un conocimiento exhaustivo de unos materiales de trabajo en este caso tan diversos que resulta admirable la capacidad del autor para moverse entre ellos con éxito. En efecto, esta obra no sólo hace uso de las fuentes literarias y de la historiografía clásica y reciente, sino que cita trabajos de arqueología y epigrafía que completan la información que nos proporciona la literatura. Una información que en el caso de la guardia pretoriana resulta esencial, ya que si nos limitamos a las fuentes literarias de diversos tipos obtendríamos un panorama sesgado e incompleto que debe ampliarse y matizarse con las fuentes materiales. Arturo Sánchez completa la información de fuentes tan diversas con sus propias deducciones, siempre hechas desde la modestia propia del historiador serio y dejando claro que tales reflexiones son propias y podrían estar erradas.
El resultado es una obra de suficiente profundidad como para interesar y ser disfrutada por un especialista en la Roma Antigua, y al mismo tiempo una obra escrita de forma lo bastante amena y sencilla como para que un lego en la materia sea capaz de adentrarse en el proceloso mar de la historia de estas unidades militares sin sentirse demasiado perdido. Hay sin embargo, un elemento que juega en contra de la claridad y que resta puntos al valorar la obra de forma conjunta: la organización del libro. Ya sea por criterio del autor, ya sea por imposición editorial, la monografía está estructurada de forma que resulta un tanto confusa y poco accesible si no se tienen conocimientos previos sobre la Historia de Roma en época imperial. En lugar de comenzar con una aproximación meramente factual a la historia de la guardia pretoriana y narrar el desarrollo de esta institución desde sus orígenes hasta su desaparición en tiempos de Constantino, el autor opta por entrar directamente y en profundidad en temas como el sistema de reclutamiento o el origen de los pretorianos. Continúa después con un análisis de la estructura interna de la guardia, su relación con otras unidades, su equipamiento… Unos capítulos sin duda muy interesantes pero que el lector medio disfrutaría más si antes se le hubiera ofrecido una historia de estas cohortes, que es a lo que se dedica toda la segunda parte de la obra. Desde nuestro punto de vista, “Pretorianos” habría ganado como obra de divulgación si se hubiera invertido el orden de las dos partes del libro, ya que en los análisis concretos se hacen menciones constantes a acontecimientos históricos (gobierno de Sejano, muertes de Calígula y Nerón, guerras civiles que encumbraron a Vespasiano y un largo etcétera) que el lector no tiene por qué conocer de antemano o no al menos con la profundidad necesaria para captar todos los matices. Tanto es así que nos atreveríamos a recomendar a los lectores menos versados en el tema que inviertan el orden de lectura: que se adentren primero en la segunda parte del libro y retrocedan después a los primeros capítulos.
Más allá de esta crítica enfocada a la organización de la obra, “Pretorianos” es una magnífica monografía que resultaba muy necesaria en el panorama literario español. Siempre es de agradecer que las grandes editoriales apuesten por obras de divulgación de la cultura griega y romana y lo hagan con libros en formato atractivo que puedan encontrarse en todas las librerías con facilidad.
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