
Una tormenta deja al descubierto dos esculturas romanas en Israel
A pesar de que la moderna ciudad israelí de Beit Shean tiene una historia relativamente corta en comparación con lo que suele ser habitual en Oriente Próximo, pues fue fundada en 1949, en sus alrededores se encuentran los restos de diversas urbes muy antiguas. Además de vestigios de haber estado habitada desde el Neolítico, Beit Shean conserva los restos de una antigua comunidad helenística en la que el faraón Ptolomeo II estableció a un grupo de veteranos de sus ejércitos. Como se trataba de soldados escitas, la ciudad recibió el nombre griego de Escitópolis. Con este nombre perduró a lo largo de varios siglos, siendo ocupada y administrada por el Imperio Seléucida primero y por Roma después, hasta caer en el olvido ya en la Edad Media.
Los habitantes de Beit Shean están acostumbrados a los hallazgos arqueológicos ocasionales, pero pocas veces estos se producen de forma tan inesperada como el que tuvo lugar hace unas semanas. Una mujer paseaba por los alrededores del cementerio de la ciudad, disfrutando del clima después de una tormenta que había dejado numerosas lluvias y había llegado a causar algunos desperfectos en la zona. En un talud de arena movido por el agua de la lluvia, la mujer observó con curiosidad una forma que le recordó a un rostro humano. Se acercó y comprobó que, en efecto, se trataba de un busto de piedra. A sabiendas de que las leyes sobre el patrimonio y su conservación son muy estrictas en Israel, la mujer alertó a las autoridades locales, que de inmediato dieron parte a la Autoridad de Antigüedades de Israel.
Los arqueólogos se personaron al poco tiempo en el lugar y comenzaron las excavaciones previas para valorar la situación. Al retirar la tierra acumulada descubrieron que se trataba de un busto antiguo, junto al cual hallaron otro de factura y tamaño muy similar. Una vez extraídos y trasladados a un laboratorio, las dos piezas fueron limpiadas y analizadas por los expertos. Éstos concluyeron que se trataba de dos esculturas de piedra caliza que podían datarse en los siglos III o IV d.C., un momento en el que en la zona vivían comunidades religiosas y culturales muy diferentes.
Los arqueólogos responsables del estudio de las esculturas han declarado que posiblemente tenían una función funeraria y estuvieran situadas cerca de una cueva o un monumento fúnebre que por el momento no ha podido hallarse.
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