La tumba de Anfípolis, víctima de la crisis griega
Hace un año, las excavaciones en la tumba monumental de Anfípolis ocupaban las portadas no sólo de los medios especializados en Historia y Arqueología, sino también de algunos tabloides de información general de medio mundo. Los descubrimientos realizados por el equipo de Katherina Peristeri eran puestos en conocimiento del público apenas unas horas después de haber sido desenterrados gracias a las redes sociales, en una nueva forma de entender la relación entre excavación y divulgación. A medida que los arqueólogos avanzaban por las cámaras sepulcrales, las teorías se disparaban. ¿Era la tumba de Anfípolis el lugar de descanso eterno de Alejandro Magno? ¿Era la tumba de Olimpia, madre del rey? ¿Acaso podía ser el enterramiento de Hefestión, el amigo y favorito de Alejandro? Mientras unos llamaban a la prudencia, otros se aventuraban con las más disparatadas hipótesis, consiguiendo con ello que las miradas de todo el mundo estuvieran puestas durante meses en este remoto rincón de Grecia. Aparecieron las hermosas cariátides, se desenterró un espectacular mosaico y se descubrieron los primeros restos humanos. Se llegó a afirmar que bajo la tumba había toda una red de túneles que comunicaban con otros enterramientos vecinos. Fueron unos meses de intensa investigación, de ardua labor de divulgación, que consiguieron ilusionar a todos ante el que prometía ser el primer gran hallazgo arqueológico del siglo XXI.
De pronto, el silencio. Las excavaciones se detuvieron. El equipo de la doctora Peristeri abandonó el yacimiento. Las redes sociales dejaron de recibir noticias acerca de la tumba de Anfípolis. ¿A qué se debió este brusco cambio?
Como siempre, la economía fue la responsable de este cese súbito en la labor de investigación arqueológica. La situación por la que atraviesa Grecia y la necesidad de tomar decisiones drásticas, llevaron al nuevo gobierno de Alexis Tsipras a recortar el presupuesto de las excavaciones en Anfípolis, hasta el punto de hacer imposible su continuidad sin drásticos cambios. El nuevo ministro de Cultura de Syriza, Nikos Xydakis, ha llegado incluso a criticar con dureza la manera en la que sus antecesores en el cargo trataron el tema de la tumba de Anfípolis, como si de un espectáculo se tratara. El responsable de los asuntos culturales de Grecia ha declarado que se necesitan más de doscientos mil euros sólo para hacer que la tumba sea accesible a los turistas, sin incluir el presupuesto que se necesitaría para compaginar estas visitas con una continuidad en las excavaciones. El gobierno de Syriza ha sido muy claro al respecto desde su llegada al poder: las necesidades vitales de los griegos van por delante de los temas culturales. Por este motivo, se han priorizado temas como acabar con la pobreza energética o la falta de viviendas públicas por delante de proyectos arqueológicos, que, en consecuencia, han quedado estancados.
La situación en Anfípolis es hoy de calma absoluta. Como uno de los guardias de seguridad declaró a la prensa, hace tiempo que ningún arqueólogo aparece por allí para continuar con los trabajos. Se ha mantenido un cuerpo de seguridad que evite los saqueos, y ahí concluye la inversión en Anfípolis.
El futuro no parece muy prometedor, habida cuenta de la nueva lista de recortes drásticos que la Unión Europea ha impuesto al gobierno de Tsipras y que éste ha acabado por aceptar. Mientras la situación en Grecia continúa sumida en las dudas y los rumores que hablan de quiebra y corralito, la tumba de Anfípolis aguarda a que los arqueólogos regresen para desentrañar los misterios que aún esconde en su interior.